Ese también fue mi caso.
Después de grabar más de 130 videos en un año, cambiar de estrategia tres veces y probar cinco formatos distintos, me di cuenta de algo:
no era falta de ideas, era falta de dirección.
Contar historias no depende de que te llegue una ráfaga de inspiración, ni de crear para un algoritmo. Es técnica, práctica… y también honestidad.
Hoy te comparto tres ingredientes que cambiaron por completo la forma en la que conecto con mi audiencia.
1. Usar lenguaje específico y medible
Frases como “he estado trabajando en mi contenido” no dicen mucho.
En cambio, decir:
“En los últimos 12 meses grabé 130 videos, probé cinco formatos y cambié mi estrategia tres veces…”
le das forma y contexto al proceso. Eso atrapa. Esa claridad genera confianza.
Let’s be honest, nadie conecta con lo genérico.
2. Mostrar conflicto
Sin conflicto, no hay historia. Sin un problema que resolver, no hay razón para seguir leyendo.
¿Por qué? Es simple, cerebro odia los cabos sueltos. Apenas aparece una tensión, se activa una pregunta automática:
¿Qué hizo después?
¿Qué aprendió?
¿Y si yo estuviera en su lugar?
Pongamos un ejemplo.
Podría decir: “últimamente me ha costado crear contenido”
Pero es más real, y mucho más potente, decir:
“Durante dos años me enfoqué tanto en conseguir likes, vistas y seguidores, que dejé de disfrutar lo que hacía. Dejé de crear.”
Mostrar esa lucha no me debilita. Me vuelve más humana.
Y, sí, también más creíble.
3. Cerrar con intención
No necesitamos vender. Solo guiar.
En vez de un cierre vacío tipo “Sígueme para más consejos,” podemos cerrar con un propósito:
“Si estás en ese punto donde crear se siente forzado, o si quieres volver a conectar con lo que te mueve, este espacio puede ayudarte. Suscríbete. Esto apenas empieza.”
Reflexión final
No se trata de ser perfecto. Se trata de ser claro, específico y real.
Porque cuando dejas de intentar impresionar, y empiezas a comunicar con intención,
tu historia deja de ser ruido… y empieza a resonar.
_
Nos vemos en el siguiente ensayo. -Emma